martes, agosto 25, 2009




Fin de semana grande en La Alpujarra. Viernes con almuerzo en Río Frío y tarde de aguas termales en Lanjarón, con noche de rape y almejas. Sábado de más balneario y ruta alpina en altísimos pueblos blancos de nombres extraños. Pampaneria, Bubión, Poqueira, Capileira, Trevélez. Domingo de aguas cristalinas y arena de piedra negra en Salobreña.

Ni siquiera la Administración se ha puesto de acuerdo en nombrar a la comarca en singular o plural. En las carreteras andaluzas se ve por igual desvíos hacia La Alpujarra o hacia Las Alpujarras. Camina uno por esos parajes, se asoma por aquellos precipicios y tiene la sensación de invulnerabilidad. Se ven los valles y piensa uno en la devastación de una carga de caballería cuesta abajo, y la penosidad de intentar conquistar la zona viniendo con infantería desde Granada.

Pero ya lo advirtió Sun Tzu. Que el arte de la guerra era indispensable dominarlo. Y si los alpujarreños lo hubieran dominado, la historia podía haber cambiado.

Fue en la segunda mitad del siglo XVI. España era la máxima potencia mundial económica y militar. Reinaba Felipe II. El inquisidor Pedro Deza ordenó publicar en Enero de 1567 una dolorosa pragmática por la que se prohibía a los moriscos el uso y escritura de su idioma, tanto en público como en privado, se les obligaba a hablar en castellano y entregar sus libros en lengua árabe, -renunciar a sus ritos, nombres, costumbres, trajes…, la destrucción de todos los baños medicinales y de aseo y la obligación de tener abiertas sus casas y de que sus mujeres no se cubriesen el rostro. Antes, en 1501, Fernando el Católico mandó un ejército de 80.000 hombres de infantería curtidos en las más cruentas batallas, y 15.000 soldados de a caballo que sofocó la primera protesta. Lanjarón fue saqueado y destruido.

Con esa pragmática se levantan los moriscos en revuelta al mando de Fernando de Córdoba y Valor, también conocido como Aben Humeya. Se organizan y toman como base de operaciones la comarca Alpujarreña. Serán don Juan de Austria el comandante en Jefe, que poco después comandaría la flota aliada en la batalla de Lepanto contra el enemigo turco.

Ante tal sublevación, el 3 de Febrero de 1569, el Marqués de Mondéjar inicia una gran ofensiva comenzando con Órjiva. Después invade Poqueira -ciudad elegida por su situación geográfica como refugio de mujeres y niños y custodia de las riquezas de los sublevados-, donde se hace de un gran botín de oro y numerosas esclavas andaluzas. Después arremetió contra Juviles, donde el ejército castellano degolló a dos mil mujeres. Varios días más tarde toma la ciudad de Paterna donde, además de saquear la ciudad, apresa a la madre y hermanas de Aben Humeya y hace esclavas a gran cantidad de granadinas.

En los primeros días de Septiembre de este año de 1570 se inicia el asedio definitivo a las Alpujarras, talando e incendiando los campos de bosques y degollando a todos cuantos se cruzaban en el itinerario trazado por el potente ejército al mando del Comendador Mayor Recasens. Los que conseguían esconderse en las cuevas de la sierra eran cazados como alimañas, introduciendo por la boca de entrada manojos de ramas encendidas para que murieran abrasados. Los cautivos eran vendidos en los mercados y las ganancias repartidas entre la soldadesca -todo un incentivo para el saqueo y el asesinato.

Terminó la sublevación morisca con 70.000 expulsados, miles de muertos y los campos arrasados. La Alpujarra, que según algunos, significa tierra de hierba, o también, la fortificada, fue finalmente conquistada. En manos de un ejército profesional hubiese sido inconquistable. Pero el desconocimiento del arte de la guerra y el hecho de estar formado el ejército por campesinos hizo inclinar la balanza a favor de Felipe II.

Os dejo unas fotos de la zona. El bote de miel con piñones y el panal de rica miel lo dejo para mí. Hasta otra.

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