viernes, octubre 24, 2008

Triana


Caro Romero se preguntaba si Triana era un regalo o un milagro. Para él Triana es el encuentro con el tiempo perdido, sus catorce años, el amor, el paseo en barca, […] el gozo de vivir, en suma. A Herrera le gusta ir a Triana a otear sus sombras fugaces, a oír el rumor de ángeles que surge de sus rincones. A ponerse de puntillas para mirarla en secreto y asomarse en ese momento en que se cambia de vestido, justo al atardecer. Se dejaba ir, que según él es la mejor forma de sujetarse a uno mismo. Para Vázquez Perea, Triana es la cuna de donde venimos, a la que quería rezarle una salve y no sabía cómo, que al final no era una salve, que era una nana, porque la encontraba en el origen de su gozo, en su antiguo parentesco con Santa Ana, en la madre a la que rezaban sus piropos. Sánchez-Dalp, tenía su amor repartido para rezar bajo el cielo de Triana, ese barrio escogido.
En Triana nací, en Triana encontré a mi trianera, me enamoré de ella y me hizo feliz para siempre. Y a Triana le digo hasta luego, porque no puedo decirle adiós. Que el piso se nos hace pequeño y nos vamos a un lugar distinto. Donde los fines de semana no nos despiertan las bandas de música, donde no hay pasos en la calle cada quince días. Al otro lado del río. Pero con quien voy, da igual a donde vaya. Hasta pronto, Triana.