martes, agosto 14, 2007

Londres 2007






En el año de Nuestro Señor de 1588, el almirante de Castilla Don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, era el designado para comandar la Armada Invencible. Su plan era destrozar la flota inglesa fondeada en Plymouth, ya que no podía maniobrar al tener el viento en contra. Los nuestros, a barlovento con mayor maniobrabilidad y potencia de fuego, dejarían el camino libre a a los 30.000 soldados que deberían desembarcar en el Condado de Kent y conquistar Inglaterra. Como explica Pérez Reverte, en su novela "Trafalgar" eso de estar a barlovento o a sotavento en una batalla es importante: Estar a sotavento o a barlovento del enemigo no es lo mismo, y las dos cosas tienen venajas e inconvenientes. Estar a sotavento, por ejemplo, permite disparar con las baterias bajas, zaca, zaca, zaca, pues la escora inclina el barco para la banda opuesta y no entra al agua por las portas; y también hace posible que los barcos propios desarbolados o maltratados se retiren de la acción y se refugien tras la línea, que los barcos enemigos dañados e indefensos sean empujados por el viento hacia tus cañones para que termines de joderles a gusto, y que toda la escuadra propia, si vienen chungas, aproveche el viento para largarse con la música a otra parte. Suelta paño y adios, orrevuar, gudbay. La pega, colegas es que a sotavento los inconvenientes son más que las ventajas; estar de lado de barlovento le permite al enemigo atacar a sus anchas, sin despeinarse, mientras que a ti estar bajo su viento te esparrama vivo: dificulta la aproximación, el abordaje o el doblarle la línea; también aumenta tu riesgo de incendio porque las chispas y los tacos ardiendo de los cañonazos propios y ajenos pueden venirte encima, además de cegarte el humo del enemigo y de tus propias baterías [...]. Además, si los barcos que están a barlovento navegan bien de bolina, o sea, son capaces de ceñir el viento navegando casi contra él, con este se les da caza; y si lo que quieren es atacar, tener el viento a favor les permite elegir dónde, cómo y cuándo...


Pero el Marqués de Santa Cruz fallece poco antes de la partida, y es sustituido por el incompetente Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga VII Duque de Medina Sidonia, que se define asimismo como hombre no de mar ni de guerra.


Los segundos al mando, Flores Valdes, Oquendo y Recalde sugirieren al comandante de la flota copar a los ingleses mientras se encontraban incapacitados en el puerto, pero Medina Sidonia, llevado por la obediencia ciega a su rey, tenía unas directrices inamovibles a seguir: reunirse a toda costa con las tropas que esperaban en Flandes y lanzarse sobre Inglaterra en cuanto les fuera posible.


El final de la historia es por todos conocida. La Invencible bordeó la isla de la Gran Bretaña y la de Irlanda, y fue destrozada por los temporales. No fue una victoria inglesa, sino un desastre español.


419 años después, el que suscribe, junto con su compadre Luis, desembarcaron en Londres, y dejaron huella de su sevillanía y arte torero. Por el momento no puedo dar más detalles. Todo apunta a que habrá otro desembarco. La próxima vez el nivel de inglés será más alto y estará conmigo la de Escoberos y Parras. Os dejo, como siempre, prueba documental de ello.

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