miércoles, noviembre 04, 2009

El Santo rico que cuidó a los pobres


Cuando felicito a alguien por su santo, tengo la costumbre de leer la vida del santo previamente. El día cuatro de noviembre es el santo de mi hermano y de mi hijo. San Carlos Borromeo.

San Carlos perteneció a una familia muy adinerada. Su padre era el Conde Gilberto, su madre pertenecía a los Médicis y su tío era el Papa Pío IV. Sin embargo, San Carlos renunció a todas sus riquezas. En su escudo solo rezaba un lema: “Humilitas” y era conocido como “el padre de los pobres”.

Le tocó vivir una época nada fácil para la Iglesia. Eran tiempos de corrupción, de abusos y mala praxis en los católicos. San Carlos luchó por corregir esos males, por lo que fue considerado uno de los principales exponentes de la contrareforma.

En su vida pública fue el primer Secretario de Estado del Vaticano, y el artífice de la consecución del Concilio de Trento. Reformó los libros litúrgicos y la música sacra. Encomendó a Luigi de Palestrina la Missa Papae Maecelli, estableció la cofradía de la Doctrina Cristiana y fundó las escuelas dominicales. Pero fue en su dedicación a los pobres donde destacó sobremanera.

Dedicaba las rentas de su familia a las obras de caridad. Al establecerse en Milán, vendió la vajilla de plata de su familia en 30.000 coronas para socorrer a las familias necesitadas. Su limosnero tenía orden de repartir entre los pobres 200 coronas mensuales, sin contar las limosnas extraordinarias. En la hambruna de 1569 dio de comer durante tres meses a tres mil pobres con sus propias rentas. Durante la peste que asoló Milán en 1575 no abandonó la ciudad y se consagró al cuidado de los enfermos. La epidemia acabó con el comercio y el santo agotó su fortuna e incluso contrajo grandes deudas. Transformó los toldos y doseles bordados que colgaban del palacio episcopal en vestidos para los pobres, y asistió personalmente a los enfermos y moribundos.

Murió joven y pobre la noche del 3 al 4 de noviembre de 1584, pronunciando las palabras “Ecce Venio”: “ya voy Señor, ya voy” siendo velado por toda la ciudad de Milán.

Su cuerpo se guarda en una antiquísima Iglesia de Milán, la de San Carlos. La Iglesia, como su santo, es pobre, fría, sin ostentación alguna, pero el que entra y reza ante Él, sale enriquecido. Yo lo hice hace unos años.

Felicidades Carlitos.

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