viernes, diciembre 26, 2008

El portal de Belén

Belén, año 0. Una pequeña aldea de la región de Judea, a 9 kilómetros a Sur de Jerusalem. Poblada por la tribu de Judá, donde nació ahora hace tres mil años el Rey David. Pertenece al Imperio Romano, del que es Imperator Augusto. En la provincia romana de Siria, gobierna Publio Sulpicio Quirinio. Años después, con la revuelta judía del año 132, la tierra de Canaán dejará de formar parte de la provincia romana de Siria para formar la de Palestina (casi dos mil años después aún siguen los enfrentamientos).

Augusto ha permitido que en Judea reine un antiguo Procurador nombrado por Julio César. Es Herodes, llamado el Grande, un individuo educado en Grecia. Marco Antonio lo nombró rey ya que prestó su ayuda para derrotar a los asmoneos. En Judea es más querido por romanos que por judíos. Éstos lo consideran un extranjero, pero lo respetan por haber impulsado la economía y la construcción (otra semejanza con el siglo XXI).

En Belén, decíamos, tres personajes extraños han recorrido decenas de miles de kilómetros buscando al que va a nacer la noche de lo que hoy será el 24 dediciembre. Todos los presagios, todas las leyendas, los escritos, los estudios de las estrellas vaticinan que el que va a nacer es el hijo de un Dios y que cambiará el mundo de los hombres. Una enorme estrella parpadeante les ha guiado en el camino, y dicha estrella se sitúa ahora justo encima de una especia de cuadra, un lugar sombrío, inhóspito, paupérrimo, donde una mula y un buey bufan al calor de una pequeña hoguera donde se refugian unos padres con su bebé.

Los tres tipos extraños, Reyes de lejanas regiones, dejan presentes al chiquitín en pequeños cofres, hablan con los padres, susurran algo al oído del recién nacido y emprenden su marcha en camellos. Su presencia no ha pasado desapercibida, y pastores y lugareños se han acercado al portal a ver al nacido. Al poco de emprender la marcha, la guardia de Herodes requiere a los Reyes para que se presenten ante el Rey. El viejo idumeo, llamado el Grande, interroga a los Reyes y éstos responden que el nacido es hijo de Dios, Rey de Reyes, y con su mensaje derrocará imperios y construirá una iglesia de millones de fieles basada en dos principios: amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Herodes, que sabe que le queda poco de vida y conoce la poca virtud de su hijo, conocido por Antipas, despide a los Reyes y monta en cólera. En una irracional ira, ordena ejecutar al nacido. Pero como nadie de los suyos lo ha visto, ni a sus padres tampoco, ordena asesinar a todos los menores de dos años. Así no habrá duda ni posibilidad de error. La matanza es terrible. Los padres que se resisten son pasados a cuchillo. El dolor de las madres es inenarrable. Las lágrimas tardarán tiempo en secarse en Judea. Al llegar las tropas a Belén, al portal donde se vio por última vez al niño, no hay nadie. Las palabras que los Reyes dirigieron a los padres del nacido eran de advertencia. Huid. Iros a Egipto. Hacia allí se dirigen un padre que tira de un burro platero traído del sur de Hispania, que porta a una joven madre con su hijo en el regazo.

Hoy, 2008 años después, en el portal de Belén hay un vehículo blindado, un tanque. La revuelta de los años 132 a 135 que hizo a Roma separar la región de Palestina de la Siria, aún no ha sido sofocada. La huida no es a Egipto. Es a cualquier parte donde haya algo de esperanza. A campos de refugiados, huyendo de salvajes étnicos del África Central. Huyendo en patera de la miseria más absoluta. Buscando una mísera manta con la que no quedarse helado en las frías noches de invierno o encontrar un hueco libre debajo de un puente donde no mojarse.

En el portal de Belén, a escasos metros, hoy se cruzan disparos, se lanzan granadas y dementes se inmolan en el nombre de Dios matando a niños tan inocentes como los que ordenó matar Herodes.

El que nació en el año 0 fue ejecutado 33 años después, tras una detención ilegal, haber sufrido torturas, sin un juicio justo y condenado por unos jueces prevaricadores por el delito de blasfemia, no tipificado en el Derecho Romano ni castigado con la muerte. Tampoco eso de las detenciones ilegales, la tortura y la prevaricación ha cambiado hoy.

El portal de Belén se encuentra hoy en el vacie, en los que huyen de las matanzas de los hutus, en los 3 millones de niños bolivianos que trabajan en las minas, en los que duermen bajo los puentes, en los que son despertados por el ruido de los bombardeos, y en tantos otros lugares.

Habrá que preguntarse qué mandamiento del que nació hace 2008 años se incumple hoy más, si el de amar a Dios sobre todas las cosas o el amar a prójimo como así mismo.

Feliz Navidad a todos.

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