martes, mayo 10, 2011

10 de mayo de 2006 en Eindhoven

Cinco años han pasado desde la que para el Sevillismo será siempre la gran final, la de Eindhoven. Luego vinieron siete finales más, pero la de Holanda será siempre nuestra gran final, la que nos hizo recuperar el orgullo. Desde 1949 no ganaba el Sevilla un trofeo, la Copa del Generalísimo. Y a Eindhoven nos fuimos las generaciones de sevillistas a aprobar esa asignatura pendiente, a decirle a esa niña que siempre nos gustó, que siempre estuvimos enamorados de ella, aunque ella nunca nos hiciera caso, y que la querremos toda nuestra vida, pero que esa noche del 10 de mayo de 2006 tenía que ser nuestra. Miles de sevillistas que nunca vieron siquiera una final partimos a tierras holandesas con un pensamiento "¿Cuándo vamos a ver al Sevilla disputar otra final?". Gracias a Dios nos equivocamos.

Cinco años de la noche de la felicidad absoluta, total, incomparable, rotunda, brutal. La felicidad que se recuerda siempre. Puedo recordar el partido momento a momento, como si se tratasen de fotogramas de una película que pasan a cámara lenta. Y a pesar de que recuerdo el partido de memoria, sigo emocionándome cuando veo a Alves colgar el balón al área y a Luis Fabiano girar su cuello en el aire para rematar a gol. Y a Maresca recoger un rechace del portero y reventar el balón en las redes, a ese mismo italiano pegarle con la zurda sólo cinco minutos después desde fuera del área y hacer que el balón pegue dos botes antes de colarlo pegado al poste, quitarse la camiseta y salir corriendo como loco, y a un minuto del final, ver aun gigante Malí levantar las manos al cielo y dar gracias a su Dios, para que el capitán levante la copa mientras que miles de papelillos blancos y rojos volaban al cielo, a decirle a los cientos de miles de sevillistas que murieron sin ver ganar un título al Sevilla, que su equipo, el grande de Andalucía, era ya uno de los grandes de Europa.

Cinco años. Mucho ha cambiado el Sevilla. Se ganó una supercopa de Europa, otra Uefa, dos Copas, se marchó Juande Ramos, se murió Antonio Puerta, se marcharon Alves, Poulse, Keita, Squilacchi, se retiró Javi Navarro. Pero también ha cambiado la ciudad, el país, el mundo, la economía, el trabajo, la familia. Han cambiado tantas cosas. Son cinco años. El Sevilla ya no es el de Eindhoven. Pero su afición sí, somos los mismos que ganamos tantos años de vida en aquella noche del 10 de mayo, y a los que nada ni nadie podrá borrar de nuestra memoria los recuerdos de la noche en la que el Sevilla se hizo aún más grande.

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